domingo, 2 de noviembre de 2008

La publicidad no está para educar

La publicidad no sólo nos invita a consumir, sino que también sirve para transmitir determinadas formas de ver o entender la vida. Y aquí es donde radica su mayor peligro: la publicidad influye cada día, incluso sin darnos cuenta, en nuestra forma de pensar y actuar. Otro aspecto de la publicidad es que ocupa espacios públicos sin dejarnos la opción de consumirla o no, de ahí que, en mi opinión, deba ser regulada.

La autorregulación pretende diferenciar a quienes con sus mensajes inveraces perjudican a los demás restando así la confianza en la comunicación. La autorregulación me parece muy positiva en cuanto a que las empresas se acogen a ella voluntariamente, me parece una vigilancia autoimpuesta en pro de un beneficio común. Además, la autorregulación puede lidiar con determinadas conductas que pueden escaparse al derecho convencional pero que poseen una dimensión ética importante.

No obstante, pienso que la publicidad sí debería incluir ciertas advertencias en determinados productos. Creo que se debería prestar especial atención a aquellos anuncios que se dirigen a los más jóvenes, especialmente niños; productos farmaceúticos que pueden contribuir a la automedicación de la población; aquellos que fomentan hábitos de consumo pernicioso como el alcohol o el tabaco...

Obviamente la función de la publicidad no es educar, pero tampoco desinformar. Y, es precisamente desde la información y el conocimiento desde donde se pueden desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales de los individuos (=educar).

Puedo entender la reticencia de la empresas de automóviles de anunciar la cantidad de CO2 que emiten sus coches, ya que esto obligará a invertir cantidades importantes de dinero para reducir esta tasa en lugar de destinarlo a “publicidades verdes” que lo que hacen es retrasar los avances. ¿Qué mejor publicidad que ser el vehículo que menos contamina del mercado?

La etiqueta ecológica “Dolphin save” empleada en algunas latas de conservas de atún ha impulsado a que el consumidor pueda ejercer una cierta presión sobre los productos pesqueros. Sin embargo, es muy poco conocida ¿acaso no urge impulsar un nuevo concepto en la pesca para que no se pesque ni de forma excesiva ni afectando a otras especies sin interés comercial como delfines y marsopas? No es necesario ser activista de Greenpeace para estar comprometido con el desarrolo sostenible, utilicen esa información como reclamo publicitario!!

La ley general de Publicidad, de 1988, establece que ésta no puede ser ilícita, engañosa, desleal ni subliminal. Es decir, ha de ser veraz y respetuosa con la dignidad de la persona y sus derechos.

¿No resulta engañoso colocar un coche que emite más de 200 gramos de CO2 por kilómetro junto a molinos de viento? ¿nos nos está diciendo de forma subliminal que se trata de un coche ecológico?

Detergentes y demás productos higiénicos del hogar son anunciados por mujeres encantadas con los resultados y deseosas de recomendarlo. Las campañas publicitarias están destinadas a consumidores potenciales lo que indica que nuestra sociedad aún no cuenta con parejas que compartan y repartan las labores del hogar. Si esto es lo que se pretende conseguir, ¿a qué viene esta muestra de roles tradicionales tan acusada en los medios? ¿cómo podemos educar a los niños en la igualdad ante una publicidad tan explícita?

Personalmente, no me parece nada respetuoso para la mujer que en los anuncios de coches, de colonias, de desodorantes... se vincule el éxito masculino con la posesión de un cuerpo femenino. Me parece una manera de cosificar a la mujer y de promover actitudes machistas .

No creo que las medidas restrictivas en publicidad se deban a que el consumidor sea un ser pasivo, que cree todo lo que oye sin cuestionarse nada. Me parece evidente que los consumidores no tenemos porqué poseer una formación en todos los campos, de manera que seamos capaces de distinguir todos los engaños o las verdades a medias. En mi opinión no es limitar la creatividad el hecho de no permitir que la publicidad consiga con técnicas poco elegantes lo que los consumidores con una información veraz no estaríamos dispuestos a dar.


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